"PÍDELE A LAS ESTRELLAS"
CAPÍTULO 1
YOLANDA
Los Ángeles, 26 de julio de 2021.
No sé qué estoy haciendo aquí. Bueno, sí lo sé. Estoy
en la fiesta del treinta y cinco cumpleaños de Ari; en su casa, para ser más
precisos. Pero lo que no sé es por qué he decidido venir cuando claramente tengo
el ánimo por los suelos y cuando uno de los causantes de mi estado está aquí,
en esta misma fiesta; por mucho que él desconozca lo que me ha provocado. Lo
cierto es que considero a Ari como a una hermana, ya que ha formado parte de mi
vida casi desde siempre, al ser la mejor amiga de mi hermana mayor, Emi. Es por
eso que no he podido negarme a asistir, pese a tener preparados en mi arsenal
unos cuantos pretextos que bien podrían haber pasado por ciertos, pero que no
he podido utilizar porque mi jefe me habría evidenciado ante ellas, debido a
que también está aquí y es el mejor amigo de esas dos mujeres a las que quiero
tanto. Además, aún vivo en casa de Emi, que está aquí al ladito de la de Emma y
de la de Ari. Es más, las tres casas se comunican por puertas en sus
respectivas zonas de jardín, así que no hay forma de hacerme de la escurridiza.
Venir
a Los Ángeles ha sido un verdadero escape de la complicada situación que estaba
viviendo en México. Llegué en mayo, y en un principio, se suponía que solo estaría
aquí por cuatro meses para un trabajo temporal en el Cedar-Sinai Medical Center,
una oportunidad que no he querido desaprovechar por el prestigio que me daría
haber laborado en el hospital mejor posicionado de la ciudad. Pero las cosas me
han ido tan bien que, con casi dos meses y medio aquí, me han pedido que
contemple la posibilidad de extender más mi estadía luego de que se cumpla el
contrato inicial en septiembre, algo que todavía me encuentro
considerando.
—Me
da gusto ver que nada te ha impedido venir, y que no has aplicado el clásico
pretexto que todos los médicos ponemos cuando no queremos ir a un lugar —entona
de repente la voz de mi jefe, parado a un costado de la silla en la que me
encuentro sentada en el jardín en donde se está desarrollando la fiesta. Soy la
única en esta mesa ahora, porque los demás se han ido a conversar con otros o a
pedir alguna bebida en la barra, después de haber terminado de comer. Estaba
tan concentrada escuchando «Change the world» del maestro de la guitarra, Eric
Clapton, que no me había percatado de que él se acercaba.
—Mark,
hola. Todavía no he podido saludarte apropiadamente —expreso, recolocándome en
mi asiento con incomodidad, dejando en la mesa el vaso con agua que sostengo, y
llamándolo por su nombre de pila, como acostumbro a hacer fuera de las
instalaciones del hospital en el que ambos trabajamos. Ahí le digo «Doctor
Thompson», frente a los demás.
—Bueno,
nos saludamos desde lejos cuando llegaste.
—Sí,
se me hizo un poco tarde en el consultorio —invento, y noto la mirada suspicaz
de él. Espero que no sepa que he elegido adelantar papeleo (algunos
innecesarios) con tal de retrasar mi decisión de asistir hasta que ya no me
quedara de otra.
Él
se queda callado algunos segundos y luego opta por sentarse en la silla de al
lado de la mía. Toma una profunda aspiración y luego la suelta, demostrándome
que no se siente tan seguro como parecía en un inicio. Vi que hace escasos
minutos estaba en cordial conversación con Emma hasta que llegó Cole a
interrumpirlos, aunque he simulado no darme cuenta de nada.
—Entonces...
—Suspira—. Sé que ya lo he mencionado con anterioridad, pero quiero reiterarte
mis disculpas por la forma en la que te he hablado hace unos días en el
hospital. No es lo que pienso sobre ti y no debería haberme exaltado de esa
manera, y... también me disculpo por lo que ha sucedido después de eso. —Agacha
la mirada unos segundos, y luego, vuelve a conectar nuestras miradas—. No tenía
ningún derecho a besarte ni a faltarte al respeto así, sobre todo, al ser tu superior
y uno de los socios del hospital. Fue una completa falta de profesionalismo de
mi parte, y entenderé que quieras presentar alguna queja en las instancias
correspondientes —ofrece con gesto afligido y culpable. No le había dado
oportunidad a que se explicara bien ni que se expresara más ampliamente, hasta
ahora. Lo he estado eludiendo. De alguna manera, procuraba meter toda esta
situación debajo de la alfombra y pretender que no había ocurrido, ya que, aunque
me he defendido de sus injustificadas palabras y de su intento de injerencia con
todo el brío del que fui capaz, también es cierto que he respondido a su beso
como no debería haberlo hecho (por más segundos de lo recomendable para
considerarse algo accidental o inapropiado) y eso me avergüenza, más aún al tomar
en cuenta la forma en la que ambos reaccionamos después.
—Disculpas
aceptadas. Además, en honor a la verdad, yo también dije cosas de más y eso no
estuvo bien. Lo siento. —Él asiente—. Es mejor que esto quede como un
desafortunado incidente entre dos compañeros de trabajo y que ya no lo volvamos
a mencionar ni a repetir. Y mejor que nadie se entere. Nadie —enfatizo—. ¿Te
parece bien?
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